Alguien tiene
que hablar de lo incomodo que es cambiarse un tampón o una toalla sanitaria en
un baño público. En serio. Dejémonos de tonterías que todas las mujeres
merecemos esa semana libre al mes. ¿Por qué?
Para no pasar
del llanto, al dolor, a la risa, a la comedera, al llanto, a pelear con tu
amiga, jefe, novio, a sentirte gorda y, ¿mencioné al llanto? No, ya hablando en
serio, ¡porque es estúpidamente incómodo cambiarse en un baño público! O en
cualquier baño que no sea el tuyo.
Gracias.
Gracias a las marcas de tampones y toallas sanitarias por hacer cajitas
reciclables, estuches de colores, ponerle maripositas a las bolsas, escribir
mensajes para el autoestima en los papeles que contienen la pega, hacer aplicadores
mariquitos de colores brillantes que son plásticos y –contaminan– son más
sutiles de colocar. Todo, todo, por ser mujer.
¿Algún hombre
tiene idea de cómo se cambia un tampón o una toalla sanitaria? ¿De cuán difícil
es conocer la medida exacta de tus pantaletas para colocar en el sitio correcto
la toalla y su pega? ¿Saben lo incómodo de entrar al baño de la oficina, o de
tu novio, y tratar de quitar la toalla de forma sigilosa aunque igual sabes que
la pega despegándose de tus pantaletas hace un ruido tremendo? Y más
importante, ¿cómo carajo me agacho como si me fuera a sentar pero sin sentarme
porque a) es incómodo; b) las pocetas en la calle son A S Q U E R O S A S; c)
tengo que preocuparme de que mi ropa no toque el sucio piso mientras mi mano que
sostiene el tampón no se ensucie, no se caiga el tampón, la cartera no se te
resbale del hombro, no hay donde guindarla, no la puedes dejar afuera ni en la
puerta, y tus nalgas no deben tocar ni de cerca la poceta o su tapa; y d) de seguro no habrá
papel; e) porque los tampones y toallas sanitarias producen irritación?
Quiero saber,
¿a quién quieren engañar? Tengo tres hermanas, una mamá, una sobrina, he
estudiado y hecho amistad con innumerables mujeres en toda mi vida que a su vez
conocen a más mujeres. Ninguna, óigase bien, ninguna mujer en su sano juicio
usa un traje de baño blanco, pantalón blanco, falda blanca, vestido blanco con
la regla. No lo hacemos. Si la chama del comercial tuviera un traje de baño
negro o gris o verde o, mejor aún, rojo, igual compraríamos su estúpido
producto. ¿A quién quieren engañar? Todas sabemos que nos deben dinero. Son
ustedes quienes nos deberían pagar por aguantar sus aburridas estrategias de
marketing y por seguir comprando un producto sin innovación, sin mejoras y casi
inhumano.
Igual se
manchan las pantaletas. Con toallas, con tampones, con jabón intimo especial,
con protectores diarios, poniéndose de cabeza. Pasa. Igual raspa, sus telas no
son suaves, no tenemos ánimos de jugar voleibol de playa con el traje de baño
blanco. Alguien tenía que decirlo. Cada mes merezco aunque sea un día libre
para no decir groserías y gritar en el baño público mientras trato de
cambiarme, por tener que cargar unas pantaletas limpias de repuesto en la
cartera, por las mentiras en la publicidad.
La menstruación
no es una cuestión aspiracional. Repartan chocolates, regalen toallitas
húmedas, hagan ofertas en pantaletas de algodón, hagan una estrategia de
guerrilla marketing que mantenga los baños públicos en un estado
suficientemente decente como para no querer morir y llorar, pasen The Notebook
gratis en el cine para mujeres hormonales, rifen días de spa o de peluquería,
regalen pinturas de uña con la compra. Basta del cuentito de la flaca en la
playa divirtiéndose con puros hombre mientras menstrua.
En serio, no
me importa si el envoltorio es de mariposa. Es incómodo. Solo nos viene la
regla, no somos estúpidas.