lunes, 20 de octubre de 2014

Emprendedora, ¿yo?

Mi año laboral estuvo marcado por cambios, que en varias ocasiones yo no decidí. Si, ya sé que el año no se ha terminado. ¿Y qué?

Pasé días llorando por el trabajo que pensé querer, perdí gente y gane a otros. Me encontré con personas que dicen ser algo en papel, pero que en la realidad no se parecen ni a lo que venden ni a lo que profesan. ¿Pueden imaginar una agencia de creativos donde en la puerta una mujer en tono de madre te regaña porque sales a fumar un cigarrillo o te tienes que ir 10 minutos antes porque debes correr a clases? ¿Dónde además no puedes poner música y te miran mal cuando hablas con el compañero de al lado?

Tengo otras historias, de trabajos que parecían relaciones, donde se dio todo pero se acabó en un “no eres tú, somos nosotros”. Donde almas se vendieron por dinero y donde se tiene el criterio de “hay que mantener al cliente más que hacerlo crecer”. Si la empresa no puede crecer a la par del cliente, ¿para qué retenerlo? Pues, las conocí. Y me dan un poco de tristeza.

Tanto tiempo libre y tanto tiempo ocupada no me dejaba mucho tiempo libre. Explico. Salía a correr en las mañanas, y los domingos, sobre todo para pensar. Repasaba qué estaba pasando, qué hice mal, qué hice bien, qué no me dijeron, quién me engañó, porque es más importante cuidar el dinero y tener empleados infelices, porqué obligar a la gente a escuchar tu música, porqué decirle a tus empleados que ellos pueden comer en menos de una hora y cómo es posible que empresas crean que a las personas con las cuáles trabajan no les afecta el entorno, la guarimba, la bomba lacrimógena, la cola para comprar jabón… y corriendo y buscando mantenerme y poder comprar yo también ese jabón, o una computadora, o una torta de chocolate que me hiciera feliz, me encontraba también conmigo misma.

En varios momentos me tuve que detener para seguir. Y seguramente es lo mejor que he hecho en mi vida. Me detuve para llorar, para pelear, lamentarme, aceptar, felicitarme y continuar. Y cuando decidí continuar, no he podido parar. Y a veces suelo pensar que necesito unas vacaciones. Eso ya vendrá. Mientras tanto las cervezas cumplen su cometido.

Soy creyente de la pasión. Si, de esas frases cliché que te dicen que cuando amas lo que haces el trabajo no pesa. Pero aunque ames todo, puede pesarte la gente, el entorno, la silla incomoda, el silencio en la oficina de creativos, la falta de amor de los demás por lo que hacen. Soy tan apasionada que entro en esa clasificación de personas donde sus padres no entienden qué carajo hacen y como te mantuviste fiel a tus creencias e inteligente a pesar de “esa universidad de drogadictos”.

Justo ahora leía un artículo que reza “para emprender hay que hacerlo desde la esencia (…). Así que antes de emprender trabajen mucho de autoconocimiento y aceptación. Lo único que sobrevive es lo que somos, aunque en el camino descubramos que somos más de lo que imaginamos”. A un gran gerente recuerdo haberle dicho este año que yo mataría por tener personas trabajando para mí que amen lo que hacen, que muestren pasión, que vayan contra las reglas, que se atrevan a retarme, que su visión les lleve a hacer cosas diferentes. Lo hacía mientras me botaba de su empresa -sin justificativo alguno-. Puede que suene a ego, pero en este caso se trata de lo que los profesionales valen. Se trata de pasión.

No se trabaja solo con computadoras y fotocopiadoras. Las personas no son teléfonos reemplazables. Se trabaja con las personas, su valor, su familia que come del mismo sueldo, sus miedos, su mañana atropellada en el Metro, su celular robado, sus estudios. Pero pocos lo entienden. Hoy recuerdo esas palabras que le dije, y me río. Porque estoy segura que no lo entendió.

¿Cuál es el saldo hoy? Miro a mi alrededor y estoy rodeada de gente que aún no conozco muy bien, que no trabajan para mí y su concepto de trabajar conmigo es “vamos a sentarnos a hablar de los proyectos y propósitos de cada uno”. Escribo esto porque aquí, aprendiendo a emprender, me topo con la segunda entrevista en tan solo un mes. Diego me pregunta “¿qué cambio ha generado en tu vida emprender?” y solo se me ocurre responder “emprender ES el cambio”.

Yo no quiero luchar por el sueño de otro, a menos que ese sueño también este lleno de propósitos. Si puedo impactar en una vida, sabré que lo he hecho bien. Hoy para mí emprender es autoconocimiento con propósito, el de ser mejor y ayudar a otros a ser mejores. Todos dicen que emprender es para administrar tu tiempo, ser tu propio jefe, manejar tu vida a tu antojo. Es más complejo que eso. Quiero que alguien más se levante de su silla y deje de hablar del qué y de su boca salga el porqué, de corazón.

Este es solo mi tercer año en este mundo emprendedor. Y me ha jodido la vida. Nada que no haya sido para bien. Para emprender tienes que entrenar tu cuerpo, tu mente y tu espíritu. Empezar por ti para ir por los demás.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario