domingo, 3 de agosto de 2014

Guía de cómo sobrevivir en Caracas - Parte I

Anoche tuve una conversación poco alentadora; de esos momentos en las reuniones donde hay que hablar de la situación del país y las experiencias personales de robo y violencia. Con algunos amigos -hombres, en su mayoría- he conversado una premisa que tengo sobre el miedo que le da a una mujer su vulnerabilidad al ser víctima de un atraco o una situación de violencia. ¿Los hombres temen ser violados cuando los roban? La mayoría respondió que no, aunque alguno que otro osado se atrevió a discutirme temas de seguridad personal, situación de víctima y ser vulnerable. 

Honestamente creo que sí, las mujeres tememos mucho más. Recuerdo mi pensamiento la última vez que me robaron. Eran dos chamitos a pie y yo solo pensaba “¿me defiendo? No están armados pero uno podría agarrarme mientras el otro me pega, incluso cargarme hasta el monte que está allá y hacerme algo”. Cinco segundos más tarde, la adrenalina optó por defenderse. ¿Saldo? recuperé mi cartera pero no el celular, no hubo golpes, porque dejé de correr tras de ellos.

Tratando de darle un giro positivo a las historias de anoche, pensé escribir esto. Una “Guía de cómo sobrevivir en Caracas - Parte I”. Quizá mi supervivencia no ha sido la menos acontecida, pero uno tiene que compartirse los tips para hacer la cosa más llevadera.

Usar el Metro en hora pico
Aunque los venezolanos seamos muy chéveres, eso de andar sonriendo en la calle a diestra y siniestra suena descabellado en estos tiempos de locura. Si usted es usuaria del Metro de Caracas y, peor aún, lo padece en las horas pico, trate de no andar sonriendo a nadie, que nadie le dará el puesto o “nadie” querrá recostárselo después entre el bululú. Amárrese el cabello, para que no se jalen y sudar menos, cierre la cartera y póngala delante de su cuerpo, trata de no llevar carpetas ni cositas delicadas en la mano, o espere que baje la hora pico. Es obvio decir que no saque el celular, ¿no? Pero sobre todo, aprenda a bailar entre el gentío como en la mejor discoteca, a no darle la espalda al tipo sádico o sospechoso, a no quedarse parado en la puerta, a no reclamar la empujadera (¿qué esperaba, un servicio de lujo?) y a mirar mal al que se acerque, comenzando por los vendedores ambulantes. No es por maldad, es simple supervicencia. ¡Ah! No olvidemos el tacto y la paciencia que ahora se debe tener con los funcionarios del Metro: esos tiempos de galantería y camisa de botones se acabaron.

Tomar un taxi
Tengo muchas amigas que temen tomar taxis solas, y más si no son de “línea”. En verdad, jamás he escuchado un cuento cercano de violencia o robo o secuestro en un taxi, a menos, claro está, del robo que implica pagarlo. Las damas también regatean, nada de estar pagando Bs. 200 por dos cuadras porque estás apurada. Taxistas sobran en este país. Trate de, si surge la conversación, no detallar cosas importantes ni reales sobre su identidad, trabajo o vivienda; exija pagar lo justo, o espere el próximo; exija bajarle a la bachata, pero usando sus encantos femeninos. Una vez un taxista me preguntó si no me daba miedo montarme en el carro de un extraño, le dije que él corría el mismo riesgo que yo porque no sabía ni quién era ni si estaba armada. No me habló más en todo el camino. He perfeccionado tanto la técnica de conversar con taxistas como una dama, que el último me brindó un par de cervezas que tenía allí guardadas. No abrí la lata, pero me bajé con ella en la mano (ya conocía previamente al taxista). Nota: si el taxista le cobro un precio justo, pídale el número.

Llegar a un sitio que no conoce
Cruzar a la derecha en la mata de mango, seguir hasta la panadería y buscar el edificio verde chiquito después de haberse bajado en la quinta parada del autobús. Caracas no solo está mal construida, sino que las direcciones son imposibles de dar. Todas las urbanizaciones y sectores tienen una calle Los Mangos y Plaza Bolívar. Señorita: aprenda a leer mapas y usar Waze. No en la vía ni en el sitio, claro está. Haga investigación previa, pregunte hasta el color del kiosko del frente, llame para avisar que va en camino, avise a alguien que va a un sector desconocido, pregunte al del kiosko y nunca vea para el piso. No olvide la máxima de no sonreír pero caminar con seguridad. Olvídese del mamita yo la llevo y no hable con el usted no es de por aquí. La seguridad personal y la actitud de “no tengo ni pal fresco y solo uso accesorios de buhonero” pueden salvarla en muchos momentos. Pierda un poco el miedo a la sorpresa citadina, es Caracas, ¿qué le extraña? Asómbrese más bien de lo bueno.

Si lo pienso bien, con toda esta guía podría hacer volantes para repartirlos en el Metro (a hora pico) y tener una guía ilustrada de verdaderos frentes de acción ante Caracas.

Plus: ¿qué llevar en la cartera?
Si usted aún se pasea por la ciudad con audífonos, la admiro. Eso de no escuchar que dicen o quién va detrás de mí me aterra un poco. Pero si es de las que sale de casa en tacones y regresa intacta en la noche, he de admirarla mucho más. Ya soltando un poco la lengua y en jerga malandra digo “que nivel”. Personalmente pienso que una mujer en Caracas debe tener siempre en su cartera unas cholitas o zapatillas para poder correr en cualquier circunstancia y sobrevivir al taxi, al Metro y al lugar desconocido. La mejor forma de caminar digna en tacones altos es practicar. Hágalo, practique siempre en casa, cocine en tacones, saque la basura en tacones y sobre todo, aprenda a correr en tacones. No olvide esconder bien el celular en la cartera, llevar el pote de agua, el polvo para retocarse, las toallitas húmedas o el perfumito para cuando todo apeste.

@yei_blanco

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