Jamás diré
que soy hypster.
Porque en
verdad, no lo soy. Y vivir en Venezuela me hace pensar que muchas personas
quisieran serlo pero, con el estilo de vida de dólares limitados, pésimo acceso
a Internet, miedo o imposibilidad de cargar el último gadget tecnológico, sin
cafeterías del primer mundo que escriban mal nuestro nombre en vasos y lo
difícil que es para pagar o conseguir la tendencia del momento –aquí la
tendencia solo son los memes, las colas y la inseguridad– quienes quisieran
solo se quedan en eso, en el deseo. Pero para nosotros son nuestros hypsters.
Recuerdo que
a los 19 años volvía a casa luego de tomarme unas cervezas con unos amigos.
Vestía una falda amplía por encima de la rodilla, Converse y una franela estampada que decía “juicy”. Mientras caminaba, unos chicos en carro pasaron y me
gritaron “come gato”, como si para ellos eso fuera una verdad absoluta; como
una monja ortodoxa señalando a un ateo, como lo incomodo de convivir con un
vegetariano que te señala por comer cadáveres; como si tuviera que serlo a juro
por el delineador negro en los ojos y por no estar con ellos escuchando
reguetón viajando en un carro a toda velocidad.
Después de eso, me llamaron
hippy, lesbiana, rockera, metallera, loca, desaliñada, alternativa, yupi o “de
esos chamos que parece se juntan en una plaza a fumar monte”.
Quizá fui
todo. Menos hypster, come gato, lesbiana, metallera, loca, desaliñada, hippy o
yupi, rockera, alternativa fuma monte.
–Inserte aquí
a una madre hablando de la juventud de ahora–.
¿Cómo habría
sido gritarme “come gato” en la era digital de la revolución del siglo XXI?
Habría sido una respuesta al tuit donde me quejé de los sitios de comida con
reguetón; habría sido un comentario en mi foto de Instagram a las consolas de
audio que se arreglan previo al evento; habría sido un post, con captura de
pantalla incluida, al grupo “todos contra las jevitas alternativas, metalleras,
come gato” o “yo también me burlo de los hypster” o “yo también creo que las
mujeres que les gusta el maquillaje y los zapatos son brutas”. Bleh.
Debo confesar
que todo esto me encanta.
¿Hemos
cambiado? ¿Somos diferentes ahora en redes sociales que en los tiempos de
fiestas y segregación? ¿Acaso las madres no descargan su llanto en la pantalla
del Smartphone o con algunos tuits o
con un mal sano estalqueo porque su hijo es homosexual, dice que tiene una
profesión con un nombre en inglés pero se la pasa todo el día en Facebook o,
dios no lo quiera, se escapó con un chavista? ¿Hemos dejado de murmurar en la
calle que los otros son marginales, brutos, indecentes, transgénero, gordos,
negros, ateos, community managers, ejecutivas de cuenta o come gatos,
metalleros, cotufas, yupi, fuma monte o hypster? ¿Qué ha cambiado?
Si soportaste
hasta aquí, felicitaciones, no has cambiado.
Admite que
también te da morbo leer los errores, insultos y dramas en redes sociales y
piensas en hacer una captura de pantalla cuando el Community Manager de algún
político o medio de comunicación publica que se está cagando o que no hay
condones en Farmatodo.
Me sentiré
realizada, muy a lo #YoSoyCharlie, cuando alguien cree un grupo, un chat, una
interacción, un unlike, una metida de
pata, un estalqueo que se vuelve obvio, una mala palabra o una bomba en mi
contra. Oh, esperen… ha pasado. Feliz día del Community Manager.
Juro que no
soy hypster –aunque lo sea por decir
que no lo soy–, solo aplaudo que la era digital sea siempre un espacio donde
poder seguir siendo nuestros prejuicios, y que haya acaloradas discusiones por
el significado de la libertad de expresión o violentas discusiones por el ego
de quien se equivocó primero y quien le metió el dedo en la llaga.
Nadie está
dispuesto a dejar de ser la tapa del frasco. Ese es el tubazo que nunca
dejaremos de tener.
Yo sí te doy like, porque sigo vivo :-* :-) :-D
ResponderEliminarQue buen artículo.
ResponderEliminarCapaz porque la era del Social Media, se trata justamente de lo social, de quienes somos a pesar de estar sentados todo el día detrás de una máquina -o siendo máquinas-.
Un abrazo desde el sur, con o sin tubazo.