Seguro mi cartera
color marrón te iba a quedar mejor a ti que a mí. La pintura de labios roja
combinaría a la perfección con tu piel bronceada. Te equivocas si crees que por
vivir en un vecindario residencial de quintas traigo plata encima. Piénsalo. Si
fuera de las platudas, no andaría a pie. Yo creo que estás apuntando a la gente
equivocada si quieres crecer en tu oficio. No te extrañe que te diga querido
después que te grite a plena calle un inmenso “mamagüevo” –mi grosería favorita–,
es que me revolviste las entrañas. Tú y tu compañero parrillero son de los
peorcitos que me he encontrado. Me dieron tres vueltas con las luces apagadas
antes de pararse, ¿en serio creyeron que no me di cuenta? Cuando decidiste
acercarte, ya yo había corrido. Y si de verdad hubieras tenido una pistola,
como amenazaste, yo estaría tirada en la grama con un pepazo entre ceja y ceja,
y otros más al darte cuenta que dentro de mi cartera no había nada de valor. A menos
que quisieras robarme mi estuche de maquillaje y mis retenedores dentales. No eres
el primero que me encuentro. Corro rápido y grito duro. No me tiemblan las
piernas ni las manos para echar a correr y tocar cuanta puerta haya pidiendo
auxilio. No me tiembla la boca para decirte, querido, que eres un mamagüevo,
raterito de segunda que anda pendiente de un smartphone para venderlo (¿a cuánto?
¿500 bolos?) y así completar para la marihuana y el periquito. ¡Vas a salir de abajo
con 500 bolos!
50 bolos cargaba en
mi monedero. Y te lo dije, no traigo nada encima. Mi smartphone, del que tanto
estás pendiente, no llega ni a ser modelo 2012. Si de verdad quisieras plata,
quisieras salir de la miseria, serías astuto y actuarías inteligentemente con
estrategias bien planeadas para un gran golpe. Unos panas tuyos (quizás y son
los mismos), me agarraron hace 6 meses una cuadra más allá. Como se escondieron
detrás de un árbol, me agarraron. Corrí, grité, lo arañé, le partí el paraguas
en la cabeza. Eras las 3 de la tarde y ningún carro o persona se paró a
ayudarme. Me dio una cachetada y me pegó golpes en el brazo hasta que solté la
cartera. Su mano quedó marcada en mi cara. Y ese hombro, ese brazo, ese jalón
de cartera, es hoy un hombro que me duele todos los días y que será una futura
operación. Y lo más bravo es que se llevó la cartera, las llaves, la cédula, el
maquillaje… y el celular cayó al piso y allí quedó. No lo pudo agarrar para
llevárselo. Mejor salgo con un bate a la calle que con maquillaje, ¿verdad? ¿Y
sabes una vaina? Esta que camina por las noches subiendo la loma para la
urbanización es la hija de la cachifa, la que estudió en colegio público
siempre, la que se metió mil y un veces al barrio donde tú vives (y a peores) a
hacer la tarea con los compañeritos de clases y a sus fiestas de cumpleaños, la
que trabaja con ONGs tratando de cambiar el mundo, a quien su madre (la
cachifa) le enseñó que la única diferencia entre la gente es que hay buenos y
malos, nada de negros y blancos o de ricos y pobres. Yo aprendí a los 15 años
el valor del trabajo, que para comer debía trabajar y ayudar a mi vieja, que
nunca terminó los estudios. Y desde esa edad, mamagüevos como tú andan rondeándome
en motos tratando de quitarme lo que me sudé. Y no me da la gana, chico. Además,
mi operación del hombro debe costar como 10 de esas motos. Y no tengo para
pagarla.
Cuando veas una jeva
por la calle con un bate en la mano, soy yo. Si tú me estás buscando, yo
también a ti. Este espacio es mío y no te lo pienso ceder.
No sé cómo llegué a tu escrito, pero siento tu indignación. Yo también soy de las que pelea con malandros, nunca me han robado pero sí muchas veces lo han intentado.
ResponderEliminarCabeza en alto, mamita, y se compra un maquillaje nuevo y se me saca la cédula. Seguimos acá echándole bolas en este país. Algún día veremos los frutos de nuestras actitudes "comeflor", como incluso amigos míos me han dicho.
PD: Mi grosería favorita tb es mamagüevo, qué risa.