lunes, 1 de abril de 2013

Querido malandro:


Seguro mi cartera color marrón te iba a quedar mejor a ti que a mí. La pintura de labios roja combinaría a la perfección con tu piel bronceada. Te equivocas si crees que por vivir en un vecindario residencial de quintas traigo plata encima. Piénsalo. Si fuera de las platudas, no andaría a pie. Yo creo que estás apuntando a la gente equivocada si quieres crecer en tu oficio. No te extrañe que te diga querido después que te grite a plena calle un inmenso “mamagüevo” –mi grosería favorita–, es que me revolviste las entrañas. Tú y tu compañero parrillero son de los peorcitos que me he encontrado. Me dieron tres vueltas con las luces apagadas antes de pararse, ¿en serio creyeron que no me di cuenta? Cuando decidiste acercarte, ya yo había corrido. Y si de verdad hubieras tenido una pistola, como amenazaste, yo estaría tirada en la grama con un pepazo entre ceja y ceja, y otros más al darte cuenta que dentro de mi cartera no había nada de valor. A menos que quisieras robarme mi estuche de maquillaje y mis retenedores dentales. No eres el primero que me encuentro. Corro rápido y grito duro. No me tiemblan las piernas ni las manos para echar a correr y tocar cuanta puerta haya pidiendo auxilio. No me tiembla la boca para decirte, querido, que eres un mamagüevo, raterito de segunda que anda pendiente de un smartphone para venderlo (¿a cuánto? ¿500 bolos?) y así completar para la marihuana y el periquito. ¡Vas a salir de abajo con 500 bolos!

50 bolos cargaba en mi monedero. Y te lo dije, no traigo nada encima. Mi smartphone, del que tanto estás pendiente, no llega ni a ser modelo 2012. Si de verdad quisieras plata, quisieras salir de la miseria, serías astuto y actuarías inteligentemente con estrategias bien planeadas para un gran golpe. Unos panas tuyos (quizás y son los mismos), me agarraron hace 6 meses una cuadra más allá. Como se escondieron detrás de un árbol, me agarraron. Corrí, grité, lo arañé, le partí el paraguas en la cabeza. Eras las 3 de la tarde y ningún carro o persona se paró a ayudarme. Me dio una cachetada y me pegó golpes en el brazo hasta que solté la cartera. Su mano quedó marcada en mi cara. Y ese hombro, ese brazo, ese jalón de cartera, es hoy un hombro que me duele todos los días y que será una futura operación. Y lo más bravo es que se llevó la cartera, las llaves, la cédula, el maquillaje… y el celular cayó al piso y allí quedó. No lo pudo agarrar para llevárselo. Mejor salgo con un bate a la calle que con maquillaje, ¿verdad? ¿Y sabes una vaina? Esta que camina por las noches subiendo la loma para la urbanización es la hija de la cachifa, la que estudió en colegio público siempre, la que se metió mil y un veces al barrio donde tú vives (y a peores) a hacer la tarea con los compañeritos de clases y a sus fiestas de cumpleaños, la que trabaja con ONGs tratando de cambiar el mundo, a quien su madre (la cachifa) le enseñó que la única diferencia entre la gente es que hay buenos y malos, nada de negros y blancos o de ricos y pobres. Yo aprendí a los 15 años el valor del trabajo, que para comer debía trabajar y ayudar a mi vieja, que nunca terminó los estudios. Y desde esa edad, mamagüevos como tú andan rondeándome en motos tratando de quitarme lo que me sudé. Y no me da la gana, chico. Además, mi operación del hombro debe costar como 10 de esas motos. Y no tengo para pagarla.

Cuando veas una jeva por la calle con un bate en la mano, soy yo. Si tú me estás buscando, yo también a ti. Este espacio es mío y no te lo pienso ceder.

1 comentario:

  1. No sé cómo llegué a tu escrito, pero siento tu indignación. Yo también soy de las que pelea con malandros, nunca me han robado pero sí muchas veces lo han intentado.

    Cabeza en alto, mamita, y se compra un maquillaje nuevo y se me saca la cédula. Seguimos acá echándole bolas en este país. Algún día veremos los frutos de nuestras actitudes "comeflor", como incluso amigos míos me han dicho.

    PD: Mi grosería favorita tb es mamagüevo, qué risa.

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