miércoles, 17 de julio de 2013

De religión: Reinaldo


En Venezuela se cree en todo. Que el cariaquito morado cura. Que hay que bañarse en el río para quitarse los males. Que las pepas de zamuro alejan los males. Que Cristo vino, fue, volvió y vendrá. Y, al muy estilo "doña del Cafetal" creo que ya esta instaurada en nuestro país la religión Dosantista. Ya saben, el culto al profeta de América, Reinaldo Do Santos. Más grande que la cruz de palma detrás de la puerta de la casa de la abuela.

Y vino y predijo y pasó. Y le pasó al de la mesa de al lado que se convirtió en profeta sin querer. El cuento va así:


"Chamo -diciéndole a su compañero de hamburguesa- yo no entendía nada. Llegué ese día a mi casa y tenía como 100 solicitudes de amistad nueva. Y yo dije que nada, eso era por el nuevo trabajo. Y de pendejo me puse a aceptar unas. Y a los pocos minutos ya estaban un poco de viejas escribiéndome, pidiéndome consejos y las tipas todas intensas diciéndome que sacará otra profecía. ¡Y yo aún no entendía nada! Después fue que me di cuenta... ¡esa gente me estaba agregando en Facebook porque creían que yo era Dos Santos! Men, que pálida. Tuve que ponerme a borrar a un gentío que me pedía saber si Capriles iba a ganar o cual era el futuro de Venezuela. Chamo, no se si cambiar mi nombre en Facebook. ¿Qué culpa tengo yo de llamarme Reinaldo Santos? ¿Será que me ponga a darle unas profecías chimbas?"

@yei_blanco

miércoles, 1 de mayo de 2013

Se llamaba Juan Carlos


La Avenida Libertador de noche –entre otras suculentas avenidas de Caracas– es el reflejo de la ciudad que vivimos. Mucha lentejuela y tacones altos escondiendo unos ojos tristes; mucho tipo extraño buscando “diversión” de a rato para olvidar lo patética que es su vida o lo mala que está la cosa. Pero siempre gastando en ratos y no haciendo inversiones a largo plazo. Yo, al igual me muchos, me sorprendo de la actitud, pose y portadura de las travestis de la noche. Me debato entre la vergüenza que me da verlas directamente y de frente y las ganas de curiosear y entablar una charla tan simple como “marica, ¿quién te arregla el cabello?”

Son unas tetas bestiales que llegan a la ventana semi bajada del carro antes de la cara; es la lencería más transparente y pequeña que tenían los buhoneros; son las extensiones de pelo más largas y fantásticas que puedes encontrar; es la cirugía de costillas y el ningún rastro de barba, o músculos, o pelos en las piernas que puedas encontrar. Me pregunto muchas veces ¿ellas quieren ser mujeres y por eso se transforman así o ellas creen que las mujeres deberían ser así y por eso son así?

¿Cuánto cobran el polvo? ¿Será la cosa tan buena y por eso botaron a las nacidas mujeres de la avenida? No sé. Al final, creo que no haberme detenido a establecer una conversación con ellas esa noche se dio solo por la situación de que no se llamen Mariana o Patricia o Yeilín. Aún no entiendo cómo, si soportan tacones de 20 centímetros y se ponen de una forma perfecta las pestañas postizas, se puede escuchar todavía cuando la rubia de metro 80 se asoma al carro mientras la otra catira le dice:
– Juan Carlos, vente marica, que ese mamagüevo lo que quiere es joder.


lunes, 22 de abril de 2013

¡Cásense!


Tengo una conversación recurrente para sacar a la gente de “su zona de confort”.
– Mira, vale –en tono desafiante –,  ¿y tú cuándo te vas a casar? ¿Qué ya  nadie se casa en este mundo?
Las respuestas que me he encontrado van desde el “después de ti” hasta el “cuando me consiga una vieja con plata”. ¿Será el matrimonio un pensamiento recurrente entre los jóvenes? ¿Lo verán como un paso que se debe dar en la vida? En realidad… a quien le importa.

Quizá esta conversación surge de mi madre –las madres y su tendencia de clavarnos temas en la cabeza que luego aplicamos igualito que ellas, pero siempre negando que nos parecemos–. Creo que desde mi mayoría de edad ella sueña con que me case, no para que haga mi vida y sea feliz, sino para volverme “problema de otro”. La verdad es, que esa señora NUNCA se ha casado –¡que horror!– porque ella y papá se las daban de hippies y tenían anillos, pero no un papel firmado. Ya debo confesarlo, la verdad es que me entusiasman las bodas. Veo en los canales de televisión los programas de búsqueda de vestido de novia por mero placer culposo; es que me parecen “menos peor” que ver a las Kardashian. Y esa es la razón por la cual me entusiasman las bodas, pura cultura pop.

Cásense, que quiero beberme su güisqui gratis.
Cásense, que quiero embriagarme en una fiesta “formal” y besar a un padrino para declarar al día siguiente demencia. Y robarme pasapalos. Y pelear con alguien por el ramo. Y acosar al fotógrafo. Y esconder una de güisqui debajo de la mesa para llevármela. Y levantarme a alguien en la fiesta que me de la cola hasta mi casa.
Cásense, coño, para que le puedan meter casquillo a los amigos de que ahora es su turno.
Cásense, que nunca he ido a una boda (tipo “Quiero robarme al novio”, tu sabes).
No me importa si no tengo vestido, siempre habrá una amiga fiel que lo preste. Porque en este país no hay plata para el regalo en efectivo, pero si hay para la peluquería, para la manicura, y para el vestido nuevo, si es el caso. Y mira, vale, por como están las cosas te sale un juego de cubiertos de Traki –si acaso–. Ahora Venezuela es otra.

lunes, 8 de abril de 2013

La crisis del quesillo



En ninguna otra parte de Latinoamérica le llaman quesillo al quesillo. A unos amigos colombianos se los explicaba –en su patria– como un flan de huevo, leche y azúcar. Y así, llegó abril y con él la primavera, el cumpleaños de sultanito, perencejo, fulanito, mi mamá y las elecciones (otra vez) presidenciales (otra vez) en Venezuela.

11 de abril. Mi mamá dice querer torta de auyama. Vaya que es difícil cumplir años en abril. Mis hermanas se preparan con dos meses de anticipación para la torta. Vaya que es difícil cumplir años el 11 de abril en Venezuela. Mis hermanas me textean: “haz tú el quesillo”. No soy tan precavida como ellas, así que no me preparé con anticipación. Voy a cuanto supermercado, abasto y farmacia todera haya en el camino. No hay leche. No hay azúcar. No hay huevo. El cartón de huevo está a 80. No hay leche en polvo. Hay leche para niños de 1 a 3 años. Hay leche descremada. No hay huevo. Señor, ¿vende los huevos detallados? No hay azúcar tampoco harina, así que no sé cómo harán la torta. Si no hay nada, ¿cuánto cuesta una torta en la panadería? Debe ser como comprar caviar.

Aquí hay crisis cuando el quesillo está en crisis. No hay leche. No hay azúcar. No hay huevo. Esta es la crisis del quesillo. Habrá que inventarse nuevos dulces. Mamá, feliz cumpleaños: ahí te llevo tu lata de leche condensada. 

P.D.: encontré harina pan en la búsqueda de leche, azúcar y huevo.

lunes, 1 de abril de 2013

Querido malandro:


Seguro mi cartera color marrón te iba a quedar mejor a ti que a mí. La pintura de labios roja combinaría a la perfección con tu piel bronceada. Te equivocas si crees que por vivir en un vecindario residencial de quintas traigo plata encima. Piénsalo. Si fuera de las platudas, no andaría a pie. Yo creo que estás apuntando a la gente equivocada si quieres crecer en tu oficio. No te extrañe que te diga querido después que te grite a plena calle un inmenso “mamagüevo” –mi grosería favorita–, es que me revolviste las entrañas. Tú y tu compañero parrillero son de los peorcitos que me he encontrado. Me dieron tres vueltas con las luces apagadas antes de pararse, ¿en serio creyeron que no me di cuenta? Cuando decidiste acercarte, ya yo había corrido. Y si de verdad hubieras tenido una pistola, como amenazaste, yo estaría tirada en la grama con un pepazo entre ceja y ceja, y otros más al darte cuenta que dentro de mi cartera no había nada de valor. A menos que quisieras robarme mi estuche de maquillaje y mis retenedores dentales. No eres el primero que me encuentro. Corro rápido y grito duro. No me tiemblan las piernas ni las manos para echar a correr y tocar cuanta puerta haya pidiendo auxilio. No me tiembla la boca para decirte, querido, que eres un mamagüevo, raterito de segunda que anda pendiente de un smartphone para venderlo (¿a cuánto? ¿500 bolos?) y así completar para la marihuana y el periquito. ¡Vas a salir de abajo con 500 bolos!

50 bolos cargaba en mi monedero. Y te lo dije, no traigo nada encima. Mi smartphone, del que tanto estás pendiente, no llega ni a ser modelo 2012. Si de verdad quisieras plata, quisieras salir de la miseria, serías astuto y actuarías inteligentemente con estrategias bien planeadas para un gran golpe. Unos panas tuyos (quizás y son los mismos), me agarraron hace 6 meses una cuadra más allá. Como se escondieron detrás de un árbol, me agarraron. Corrí, grité, lo arañé, le partí el paraguas en la cabeza. Eras las 3 de la tarde y ningún carro o persona se paró a ayudarme. Me dio una cachetada y me pegó golpes en el brazo hasta que solté la cartera. Su mano quedó marcada en mi cara. Y ese hombro, ese brazo, ese jalón de cartera, es hoy un hombro que me duele todos los días y que será una futura operación. Y lo más bravo es que se llevó la cartera, las llaves, la cédula, el maquillaje… y el celular cayó al piso y allí quedó. No lo pudo agarrar para llevárselo. Mejor salgo con un bate a la calle que con maquillaje, ¿verdad? ¿Y sabes una vaina? Esta que camina por las noches subiendo la loma para la urbanización es la hija de la cachifa, la que estudió en colegio público siempre, la que se metió mil y un veces al barrio donde tú vives (y a peores) a hacer la tarea con los compañeritos de clases y a sus fiestas de cumpleaños, la que trabaja con ONGs tratando de cambiar el mundo, a quien su madre (la cachifa) le enseñó que la única diferencia entre la gente es que hay buenos y malos, nada de negros y blancos o de ricos y pobres. Yo aprendí a los 15 años el valor del trabajo, que para comer debía trabajar y ayudar a mi vieja, que nunca terminó los estudios. Y desde esa edad, mamagüevos como tú andan rondeándome en motos tratando de quitarme lo que me sudé. Y no me da la gana, chico. Además, mi operación del hombro debe costar como 10 de esas motos. Y no tengo para pagarla.

Cuando veas una jeva por la calle con un bate en la mano, soy yo. Si tú me estás buscando, yo también a ti. Este espacio es mío y no te lo pienso ceder.

viernes, 8 de marzo de 2013

La primera vez que vi a Chávez



El recuerdo es lejano. Un camarógrafo de Venevisión nos tropezó a mi abuela y a mí, apurado para poder llegar más cerca. Fue como una pequeña estampida de gente que de repente corrió hacía él para saludarlo, para oírlo, para felicitarlo, para halagarlo. La plaza El Cristo de Baruta es pequeña, y mucho más el preescolar “Nuestra Señora del Rosario” que está junto a la iglesia. Allí votó Hugo Chávez en el 98. Mientras la gente corría para verlo entrar, mi abuela me apretaba la mano fuerte y entre brincos y estar pendiente de no soltarme gritaba “¡Chávez, Chávez!”. Su corazón estaba agitado. Ella se había levantado muy temprano para votar por él en un liceo a unas 10 cuadras de allí. Luego fue a la casa a comer algo y bajamos a verlo. En esa época, la plaza era naranja y tenía un pequeño Cristo en el medio que ya se estaba volviendo de ese color. Recuerdo como Hugo trataba de ver y devolverle el saludo a todas las personas; ondeaba su mano y giraba la cabeza de un lado hacía el otro. Con la fuerza imbatible de mi abuela, esa fuerza de las mujeres del campo, logramos entrar al preescolar tras muchos pisotones y varios empujones. Una señora mayor con una niña de 12 años, ¿por qué no la iban a dejar pasar?

Yo quería verlo. Mis amigos de la escuela pública siempre hablaban de él. “Mi papá va a votar por Chávez porque entiende a los pobres”, “Él no es un presidente como los demás”, “Mi mamá me dijo que antes le gustaba Irene, pero ahora es Chávez”. Ellos lo defendían. A mí no me dejaban ver mucha televisión así que no sabía tanto de él, pero si presenciaba las acaloradas discusiones entre mis abuelos. Ella maestra, él, mi abuelo, abogado y contador, ambos de clase media alta –para ese entonces– pero siempre interesados por los demás, trabajando en escuelas de los barrios cercanos y ayudando a las familias de por allí. Mi abuela siempre decía que sabía donde vivía Chávez, pero nunca se atrevió a ir. Siempre fue un misterio, igual que será siempre un misterio porqué, luego de tantos empujones, cámaras de televisión, periodistas y guardaespaldas, al estar por fin frente a su comandante, mi abuela no le pudo decir ni una sola palabra.

martes, 5 de febrero de 2013

Te meto presa



Que las licorerías en este país cierren a las 7 de la noche es un claro significado de que nadie se ha puesto a calcular correctamente cuanto (más) se podría ganar por impuestos. Digo, ya que siempre hay más de uno pendiente en ver cómo te quitan dos bolivitas más.

Sector El Cementerio. 7:10 de la noche. Se antojan unas ganas de comprar un vino para la cena a la cual vamos en camino. No vemos ninguna licorería abierta. Nada mejor que preguntarle al perrero de la esquina si sabe cual nos puede facilitar un vino.

- Amigo, ¿sabe que licorería está abierta por allí?
- Cierran a las 7, mija.
(Se acerca un hombre moreno, de unos cuarenta y dele, vistiendo una chaqueta)
- ¿Qué estás buscando?
- Bueno, una licorería.
- ¿Para comprar qué? ¿Un roncito?
- No. Un vino.
- Ah (resonga). Pero vino está como difícil.
(Piensa unos breves segundos en silencio)
- Mira, cruza aquí a la izquierda, luego a la derecha, luego a la izquierda y sigues derecho dos cuadras. Allí hay una licorería. Ya está cerrada, pero Ángel atiende, tú sabes, bien guillaito. Anda a ver.
- Gracias, señor.
- Por cierto, mi amor. Si no te pones el cinturón de seguridad, te meto presa. 

Nada como que un policía te de las indicaciones de la licorería. Ah, y para el tal Ángel, sangría es vino tinto. 

miércoles, 23 de enero de 2013

Si Osmel Sousa fuera presidente



Si Osmel Sousa fuera presidente, no habría imposición de banda, sino coronación.
Si Osmel Sousa fuera presidente, exiliaría a la gente fea del país.
Si Osmel Sousa fuera presidente, el traje típico de las mujeres venezolanas sería silicon y tacones.
Si Osmel Sousa fuera presidente, la Asamblea Nacional sería un grupo calificado de jurados.
Si Osmel Sousa fuera presidente, Donald Trump sería venezolano.
Si Osmel Sousa fuera presidente, Miraflores sería de color rosado.
Si Osmel Sousa fuera presidente, el país se llamaría “República Miss Venezuela”.
Si Osmel Sousa fuera presidente, la cirugía más común sería de alargamiento de piernas.
Si Osmel Sousa fuera presidente, Alicia Machado sería una presa política.
Si Osmel Sousa fuera presidente, la constitución sería un libro rosado de felpa con escarcha.
Si Osmel Sousa fuera presidente, ¿quién sería el vicepresidente?
Si Osmel Sousa fuera presidente, ANTV pasaría a ser Venevisión.
Si Osmel Sousa fuera presidente, Joaquín Riviera sería el presidente de la Asamblea Nacional.
Si Osmel Sousa fuera presidente, CADIVI se haría por casting.
Si Osmel Sousa fuera presidente, ¿quién sería el primer caballero?
Si Osmel Sousa fuera presidente, no habría viajes a Cuba.
Si Osmel Sousa fuera presidente,  yo me tendría que alisar los rizos.
Si Osmel Sousa fuere presidente, la fuerza armada y la guardia nacional sería el ballet de Venevisión.
Si Osmel Sousa fuere presidente, no sería presidente, sino zar.
Si Osmel Sousa fuere presidente, sería dictador.

Esta mañana escuché a una modelo polaca-venezolana decir que Osmel ha dado tanto por el país que quizás debería ser presidente. Ella mostraba su admiración hacia el zar de la belleza con esa frase. Decía, “el país sería otro, sería mejor”. No tarde ni 5 segundos en imaginarme a los militares vestidos como party boys, con los botones de la camisa sueltos y los pantalones de colores bien apretaditos. #SiOsmelSousafuerapresidente.

Un país no lo hace su presidente. Sino sus ciudadanos. Y ser ciudadano no es tener la cédula y la nacionalidad. Pero como somos presidencialistas, quizás nos merezcamos a Osmel de presidente. Vota rosa.