viernes, 17 de enero de 2014

Hacer la tarea en Venezuela

Señora, señor, ¿cuándo fue la última vez que revisó los libros de su hijo, la tarea, que leyó los textos que le piden leer? No, si se lo pregunta, no soy madre, y no lo estoy juzgando. Es solo una duda.

Y la duda nació porque mi sobrina llegó a casa –precisamente uno de esos días en que uno se siente que no cree en la patria ni en la ley de la gravedad ni en la mortalidad del cangrejo– con una tarea que supongo “normal” en otros países.

“Acompaña a tus padres al mercado y anota en tu cuaderno cuáles son las marcas más comunes de cada producto: leche en polvo, harina de trigo, harina de maíz, aceite de maíz, arroz, pasta, mayonesa, mantequilla”.

– Después de leer la tarea, le dijimos a la maestra que esta tarea no era para Venezuela. O sea, aquí no se consigue leche ni nada. Y como es leche en polvo no podemos poner “La Pastoreña”.
– ¿Y qué les respondió?
– Dijo que teníamos razón. Y que solo anotáramos en el cuaderno la marca que más recordáramos de cada producto. O lo que tuviéramos en casa. Es que, tía, esa tarea no tiene sentido. El pote de leche tiene vacío más de un mes.
– Es verdad.
– Bueno, no nos pueden mandar de tarea cosas irreales.
– Es verdad.
– Menos mal que hablamos con la maestra o todos íbamos a llevar la tarea en blanco. Y en vez de poner aceite, iba a escribir el aceite de oliva ese que tú compras.

Esas son las conversaciones que tengo con mi sobrina. 

@yei_blanco 

lunes, 13 de enero de 2014

Confieso que fui racista

Mientras la mujer policía tomaba mi declaración -y tenía que deletrearle mi nombre, modelo de celular y calle donde vivo- confieso que no dejaba de ver lo maquillada y arreglada que estaba. Era un morena hermosa, con ojos delineados y uñas perfectas. Pensé "yo también me arreglo para ir a trabajar"; y me pregunté cuándo sería la última vez que accionó el gatillo.

Su compañero, otro policía sin tacto, dice: "yo vi a los chamos siguiéndote, pero como iban tan cerca, pensé que estaban en grupo, que ibas con ellos". Confieso que fui racista.

Claro, al policía que me vio 2 minutos antes de ser ahorcada, amenazada y atracada por una pistola imaginaria conformada por un dedo índice y un dedo medio apoyados en mi ombligo, no se le ocurrió otra cosa que los "negritos" con shorts de flores, sucios por haber estado escondidos en el monte esperando que alguna víctima pasara, de unos 17 años, con pinta de drogados, con franelillas rotas y sospechosamente corriendo detrás de mí, NO se le ocurrió otra cosa que decir "yo pensé que esos chamos iban con la catira de vestido blanco". Confieso que fui racista.

Otras veces me han apuntado con armas, me han amenazado con agredirme, me han ofrecido golpes y hasta me los han dado. Pero esta vez no he podido dormir. No he dejado de llorar. Uno de los chamos me sorprendió, me ahorcó, me pidió el teléfono, se lo di, vi que me apuntaba con los dedos, me pidió la cartera, dude, la solté porque ellos eran dos -a pie, lo cual no deja de parecerme extraño-, pensé en la muerte, en que me amordazarían hasta el monte, en que me ultrajarían, en una posible puñalada. Corrieron montaña arriba con mi celular y cartera, grité tan pero tan fuerte que, tres cuadras más arriba, en mi casa, mis hermanos oyeron y salieron corriendo, corrí detrás de los chamos.

Y casi alcanzo al que me ahorcó. Corría, gritaba, y casi lo alcanzo. Se llama adrenalina. Soltó mi cartera en un acto de devolución. La tomé del piso y dejé de correr pero no de gritar.

Confieso que tengo ganas de hablar con ellos. Saber porqué terminaron robando, porqué no tienen moto, qué querían ser se grandes, qué piensan que hay dentro de la cartera de una mujer, qué opinan sus mamás, si estudian, si estaban asustados, si creen que soy loca o que corro muy duro, preguntarles cuánta plata les dan por un Samsung Ace que tiene dos años y estaba bien golpeado por la vida, preguntarles porqué se drogan, porqué.

Los vecinos quemaron el monte. Oír un "chama, de la que te salvaste, en ese terreno había dentro un colchón" me desmoronó. Pensaba en su miedo y cómo carajo cuatro camiones policías y 20 vecinos no encontramos a dos negritos que roban a pie. Me pregunté por su miedo y el mío, el pan que nos desayunamos día a día. No pude dormir, repito en mi cabeza lo que me dijo el policía, lo que le dije.

¿Por qué soltó la cartera?