– Ella me lava la ropa, pero estamos
separados hace 39 años. No te confundas–, me dice el taxista después de
contarme que fue con “la mamá de sus hijos”, como la llama, a Makro hace un par
de días. Ella vive en Guatire, no me quedó claro con quien, porque supongo que
los hijos deben tener alrededor de 40 años. Mi chofer, ahogándome con el olor a
cigarro que, supongo, ha ayudado a marcar más aún las arrugas de su rostro y
manos y ha convertido sus dientes en pedazos amarillentos, me explicó una, dos,
tres veces que en verdad ellos solo son amigos y hacen mercado juntos, y le
agradece muchas cosas, entre ellas esa.
– Resulta que allá en Guatire se
consigue pasta, leche, jabón, shampoo y cosas en el Makro, entonces vamos
juntos al mercado. Lo chévere– me dice con ironía– es que si compraste hoy no
puedes comprar lo mismo mañana. Fuimos por pasta un día y al día siguiente por
jabón, pero como tienen el registro por números de cédula saben cuándo compras
y qué no puedes volver a comprar. ¿Qué te parece esa belleza, mija?–, me dice
mientras bota la colilla de cigarro por la ventana y casi terminamos el corto
camino de la parada a mi casa, en la cual debo tomar un taxi porque es una
colina de unas 7 cuadras donde ya me han robado 3 veces, aunque solía subir sintiéndome
segura hace 11 años.
“Mis taxistas”, como suelo decirle al
grupo de choferes que me llevan y ya tienen años conociéndome, siempre me
cuentan de los robos y actos delictivos que ha habido por la zona o por sus
casas, y me desahogan su sentimiento de patria. Yo solo pude contarle mi
alegría al haber conseguido shampoo la semana pasada y haber podido comprar
tres botellas. Supongo que a él, siendo taxista, la plata para hacer mercado le rinde más que a mí.
No le comenté nada pero no dejaba de
pensar en dos cosas. Me atreveré a decir la primera considerando que como creo
en la malicia bruta de los venezolanos, ya a alguien más se le ha ocurrido. Seguro
a los mismos del gobierno. Toda esta cuestión del capta huellas y poder comprar
solo con número de cédula, una vez a la semana o al día o nunca (porque no hay)
seguro desatará el único móvil delictivo e ilegal que falta por popularizarse
en el país: el robo de identidad. Para ser más exagerada, mi mente me llevó a
escenas de la película “Gattaca”, donde el chico que suplantaba la identidad
debía usar puntas falsas de dedo con las huellas dactilares y la sangre de
quien pretendía ser. Habrá que ser más de una persona para poder hacer mercado en Venezuela. Así como hace falta también más de un sueldo mínimo para comprar alguito. Ya me imagino a alguna tipa aprendiéndose mi número de cédula y pretendiendo ser yo para poder comprar más pañales.
En segundo lugar pensé que si este
fuera un país honesto no se le hubiera agregado el “Bolivariana” como segundo
nombre, sino un hermoso “Capta Huellas”.