Me he negado
a hacer una lista enorme y “pavosa” de agradecimiento de tesis. Esos que
comienzan con gracias a algún dios cuyo nombre no recuerdo, pasan por el perro,
el gato y la señora de la cantina, y deberían terminar en “a mí mismo, quien se
jodió escribiendo esta vaina”.
No es que sea
una persona mal agradecida, es que los escritores ponen nombre y palabras y
símiles y metáforas y adornitos a la cosa, y aún así los sujetos en los
agradecimientos son totalmente desconocidos. Y si algo me revienta de cuanto
libro leo es ver, en la primera página o línea a modo de “o me lees o mueres”
un agradecimiento que no entiendo. Siempre he pensado que los libros son
firmados “para Anita” porque el autor en cuestión está enamorado, o la odia
(que si a ver vamos viene siendo lo mismo, porque amor y odio no son
excluyentes ni opuestos).
No. Ese populismo en primera página yo no lo quiero. Me niego a dar declaraciones de gratitud muy al estilo de La Propia en el periódico –que cabe acotar me cuesta decirle periódico– El Propio. Yo soy comunicadora y estoy haciendo un libro. Sí, un libro, aunque lo leamos solo mi tutor y yo. Y porque quiero, contaré esto como “tener un hijo y escribir un libro”. El árbol ya lo sembré. Podría plantar otro.
Es que en verdad, muchas ganas de poner a mi mamá en los agradecimientos. Ella no va a leer el libro por el cual me trasnoche tanto, sobre todo porque todos los meses me pregunta por qué si estudié periodismo no soy periodista. Dios tampoco lo va a leer. Y de seguro, muchos de mis profesores y amigos tampoco. Tengo una vida que contar y a cada rato pasa algo, pero la tinta está muy cara y no sé dónde voy a conseguir la resma de papel para imprimir para estar gastando una hoja en decir “gracias”. Lo que podría poner en la primera página es un muy rojo “lo imprimí y me costó 8mil bolos. Pero tenemos patria”, ya que ni doble cara puede imprimirse la tesis. Como si estuviéramos bañados en recursos en el país. Y más a mi favor, ese agradecimiento me recuerda a las introducciones que se hacían en tareas escolares. “El presente trabajo habla de la fotosíntesis… espero que lo disfruten y gracias”.
Este tipo de cosas deberían salir en el manual de Carreño para la urbanidad y las buenas costumbres. Si mi tutor quiere una botella de whisky, una cena de perrocalientes, unas frías en los chinos o simplemente no saber más de mí, lo tendrá. Ya me las ingeniaré para agradecer a quienes metieron la mano en mi licenciatura. Así sea para decir “marico, por tu culpa casi la cago”.
Este será mi único agradecimiento: No hay amor más sincero que el amor a la comida – George Bernard Shaw.